Cómo escribí «Área Cero»

Algunas veces, no siempre, antes de sentarme a escribir un cuento, una imagen etérea y parcialmente estática se alza en mi cerebro, y, a partir de ella pero no como referencia cronológica, la historia que quiero contar se desarrolla a continuación. Es decir, esa escena pertenece al relato, pero no tiene por qué ser la primera escena, ni la última, ni la más importante. En el cuento Área Cero yo «vi» al protagonista reaparecer mágicamente entre los andenes de una estación de tren. Un desenlace que al final cambié por el del vaso de cristal hecho añicos, al que Ana observa con mucha atención.

Sin embargo, para que el diablo no se lleve la mentira, seré totalmente sincero: aquél no fue (con exactitud) el motivo primario que me impulsó a escribir. La génesis de esa historia fue la idea un no-lugar, un no-existir, un solo-pensar. Me imaginaba un sitio muy oscuro y extraño. Representaba la existencia en su vertiente más leve, sin ningún contacto con la realidad. Y al final (ahora sí) el protagonista reaparece, las líneas ferroviarias chisporrotean… y se reencuentra con su familia.

Es curioso cómo tejí las palabras alrededor de ese núcleo. Lo es porque a menudo los escritores paren un principio y se dejan llevar, a través de la brújula y no del mapa, hasta un desenlace que logra sorprenderles tanto o más que a los lectores. Yo, por el contrario, siempre supe que el final del cuento era el contacto con esa especie de Más Allá, aunque, como dije más arriba, la escena de la niña mirando los cristales me pareció más sutil y evocadora que la mágica aparición en el andén.

Diré más todavía: la representación mental que yo tuve del área cero no fue visual, sino más bien conceptual. Las primeras líneas que escribí fueron el diálogo desesperado de Iván, cuando no logra identificar dónde se halla. Como él, yo no veía nada a mí alrededor. Además, durante un tiempo —he tardado en escribir y publicar Área Cero más de un año—, valoré la posibilidad de intercalar esas angustiosas líneas a lo largo de todo el relato, como una serie de paréntesis, para dotar a esa área de un carácter atemporal. Descarté finalmente esa estrategia y, para conseguir que Iván estuviera en unas coordenadas atemporales, hice que transcurrieran dos años y ochos meses. No obstante, el protagonista parece no percibir el paso del tiempo, no así el lector.

En fin… así escribí ese cuento

https://eldespachodelvagabundo.wordpress.com/2017/08/15/area-cero-cuento/

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