Volvería a hacerlo #Microrrelato

Escribir una carta de amor partiendo de un supuesto muy concreto: como si el narrador, o remitente de la carta, la estuviera escribiendo desde un edificio en llamas. «Un ejercicio que nunca falla», decía el maestro Cheever.

Sin ningún género de dudas, volvería a hacerlo. Estoy completamente seguro de ello: lo volvería a hacer una y mil veces más; mil millones de veces si hiciera falta. Aunque nuestro idilio tuviese siempre el mismo trágico final, volvería sobre mis pasos una y otra vez, volvería sobre mis palabras; te diría todo lo que te dije sin cambiar una sola coma, pero en cada nueva repetición, te lo diría con más ímpetu, entregando en ello todo mi cariño, por ti todo mi amor. Incluso ahora que el fuego inunda estas cuatro paredes, que el humo empieza a dificultar de forma seria mi respiración (que no sé cuánto tiempo me queda de vida), si me ofreciesen la posibilidad de sobrevivir a este incendio a cambio de borrar todo rastro de tu paso por mi vida, ciegamente yo lo rechazaría. A pesar del dolor y la decepción que me diste a probar, yo volvería a hacerlo; volvería a amarte; volvería a deleitarme contemplando tu cara. Aunque en cada nueva muestra de esta insensata actitud mía me hirieses más de lo que lo me heriste en aquella primera y única vez, yo volvería a amarte; sin pensarlo; sin reflexionar sobre ello; me lanzaría al abismo aunque fuese oscuro, negro y mortal. Sé que voy en breve a morir, pero no me importan las llamas; sólo espero que ellas no arrasen estas líneas para que tú en un ficticio futuro puedas leerlas. No es comparable la cercanía de la muerte con la desesperación y la angustia de saber que ya nunca volverás a ser mía. Voy a convertirme en cenizas, pero si finalmente —desde el más allá— tengo la opción de reencarnarme, te juro que te buscaré. Te buscaré. Y volveré a hacerlo: volveré a amarte. Adiós.